Que no te coja por sorpresa: claves para manejar la primera vez que una paciente habla de vaginismo o bloqueo sexual
En la práctica clínica hay momentos inesperados que pueden descolocar al terapeuta. Uno de ellos ocurre cuando, en medio de una sesión, la paciente se arma de valor y dice:
“Hoy necesito contarte lo que de verdad me pasa… Es un tema sexual. Me bloqueo, no sé si es psicológico o si tengo algún trauma… me cuesta muchísimo decirlo.”
Ese instante es crucial. Lo que el/la terapeuta diga —y cómo lo diga— puede marcar la diferencia entre que la paciente se sienta aliviada y acompañada, o que vuelva a encerrarse en silencio.
La buena noticia es que no hace falta improvisar. Existen pasos sencillos y estratégicos que permiten sostener la situación, validar lo vivido y dejar abierta una vía de continuidad o derivación.
⚠️ El riesgo de manejarlo mal
Cuando una paciente habla por primera vez de su bloqueo sexual, ese momento es frágil y decisivo. Si el/la terapeuta minimiza, posterga o transmite incomodidad, la consecuencia puede ser devastadora: la paciente se siente incomprendida, culpable o avergonzada.
Un mal manejo refuerza la idea de que “no debería haberlo contado” y aumenta el silencio.
Ese retroceso no solo debilita la relación terapéutica, sino que retrasa la posibilidad de que busque ayuda especializada.
🚫 Errores frecuentes que conviene evitar
“Eso es solo psicológico, está en tu cabeza.”
→ Minimiza y genera más confusión entre lo corporal y lo emocional.“Si te relajas, se pasa.”
→ Banaliza el problema y aumenta la presión sobre la paciente.“Ya se te quitará con el tiempo.”
→ Refuerza la evitación y la cronificación.“Lo que tienes es que probar poco a poco con tu pareja.”
→ Sin pautas adecuadas, puede llevar a experiencias más dolorosas y bloqueo.“Esto es muy raro, nunca lo había escuchado.”
→ Aumenta el sentimiento de rareza y aislamiento.
👉 De aquí nace la necesidad de un mapa de primeros auxilios terapéuticos: no para resolverlo todo en una sesión, sino para sostener el momento, validar y abrir horizonte.
1. Agradecer y validar la confianza
Lo primero es reconocer lo difícil que resulta hablar de sexualidad en un contexto terapéutico. Validar el paso dado genera alivio inmediato:
“Te agradezco mucho que lo compartas. Sé que no es nada fácil.”
“El hecho de que lo digas ya es un paso muy importante.”
La validación inicial transforma la vergüenza en alivio y la soledad en confianza.
2. Explorar intentos previos
Tras acoger el tema, conviene ordenar la historia: ¿qué ha intentado ya la paciente para resolverlo?, ¿qué recursos buscó?, ¿qué apoyos tuvo?
No se trata de interrogar, sino de escuchar con curiosidad genuina.
“¿Desde cuándo notas que te pasa?”
“¿Qué cosas intentaste hacer para solucionarlo?”
“¿Has hablado de esto con alguien más?”
3. Reconocer todos los intentos como intentos de solución 🌱
Este es uno de los puntos más transformadores. Muchas pacientes narran sus intentos con culpa:
“Dejé la relación porque no podía…”
“Cuando salía con mis amigas y conocía a alguien, me escapaba…”
Aquí la terapeuta puede reformular:
“Veo que estabas luchando con lo que tenías a mano.”
“Incluso evitar fue tu manera de protegerte y reducir el malestar.”
No son fracasos, son intentos legítimos de solución.
Esta mirada quita peso de culpa y reconoce la capacidad de la paciente para buscar salidas, aunque fueran parciales.
4. Analizar resultados 🔍
Una vez reconocidos, toca evaluar qué lograron esos intentos y qué consecuencias trajeron.
“¿Qué te aportó cortar esa relación?”
“¿Qué alivio conseguiste? ¿Y qué coste tuvo a largo plazo?”
Ejemplo de diálogo:
Paciente: “Me quité la presión, pero me quedé sola y frustrada.”
Terapeuta: “Ese alivio fue real, y también tuvo un precio alto.”
Los intentos suelen funcionar a corto plazo (menos ansiedad), pero cronificar el problema a largo plazo.
Este análisis permite entender la necesidad de un camino distinto, más estructurado.
5. Dar un nombre y un marco clínico
Nombrar alivia. Explicar que se trata de vaginismo o bloqueo sexual normaliza la experiencia y quita rareza.
“Esto que cuentas se llama vaginismo (o bloqueo sexual).”
“No es un trastorno mental, es una respuesta de miedo que se ha quedado atascada.”
“Hay profesionales especializados en trabajarlo.”
Ponerle nombre abre la puerta a la comprensión y a la esperanza.
6. Indagar en el origen percibido
Algunas pacientes asocian el inicio a un episodio concreto; otras no. Ambas narrativas son válidas.
Si lo hay: “Ese momento fue duro, y merece espacio aquí para trabajarlo.”
Si no lo hay: “Muchas veces no se identifica una causa exacta, y aun así puede resolverse.”
7. Explorar indicadores de vida resuelta 🌄
Antes de cerrar, conviene que la paciente imagine su vida sin esta dificultad, con ejemplos concretos y visibles.
Preguntas guía:
“¿Cómo notarías la diferencia en tu día a día?”
“¿Quién más se daría cuenta del cambio?”
“Si sacáramos una foto de ese momento, ¿qué veríamos?”
Ejemplos de indicadores:
“Si salgo con mis amigas y conozco a alguien, me quedo con ganas de hablar, no huyo.”
“En lugar de refugiarme en Netflix, estaría mirando cosas sobre maternidad.”
“Me sentiría tranquila y disponible cuando mi pareja se acerca.”
Este paso convierte el miedo en horizonte: de lo que no quiero a lo que deseo conseguir.
8. Cerrar sembrando futuro
La sesión puede terminar transmitiendo confianza y continuidad:
“Esto se puede trabajar paso a paso.”
“No lo tienes que resolver sola: aquí tienes apoyo.”
“Si lo necesitas, podemos recurrir a profesionales especializados.”
9. Mensaje final de acompañamiento
Un cierre cálido que refuerce confianza:
“Vamos a poder gestionar esto juntas.”
“Confía en mí y en el proceso.”
“En estos días, céntrate más en lo que quieres conseguir que en las dificultades.”
El cierre importa: la paciente sale con alivio, confianza y dirección.
✨ Conclusión
Lo esencial en ese primer momento no es tener todas las respuestas, sino saber sostener, dar nombre y abrir horizonte.
Cada intento desesperado de la paciente, por torpe u ortopédico que parezca, habla bien de ella: de su capacidad de luchar, de protegerse y de cuidar su esencia.
Validar esos intentos significa reconocer que no estaba pasiva, que ha hecho lo que podía con los recursos que tenía. Y desde ahí, se le puede abrir un nuevo camino: formas más saludables, prácticas y sostenibles de afrontar y superar la dificultad.
El mensaje que queda no es “has fracasado”, sino “has peleado; ahora vamos a caminar de otra manera”.
📌 Idea clave
💡 Validar todos los intentos de la paciente —por muy desesperados, torpes u ortopédicos que parezcan— es reconocer su capacidad de lucha y cuidado. Desde ahí, la tarea del terapeuta es ofrecerle un camino más saludable, práctico y gestionable.
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